México, sus colores llamativos, sus sabores explosivos, su música alegre siempre me han atraído. Siempre ha sido un país que quería descubrir, aun más cuando supe la existencia del Día de los Muertos. Ver eso de mis propios ojos se añadió naturalmente en mi to do list. Entonces, este año he ahorrado para pagarme un billete y subir al avión. Así que te propongo de visitar México DF, primera etapa de mi viaje de 15 días. Empezamos por el centro histórico.
Durante la lectura de esta entrada, te aconsejo esta canción.
Del aeropuerto al métro
Hay sol en México DF. El avión empieza a bajar y los contornos de esta gigante metrópoli se dibujan poco a poco mientras el aparato se está acercando de la tierra firme. El ruido de las ruedas que tocan el suelo está cubierto, en un timing perfecto por Gypsy de Shakira que sale de los altavoces del aparato. Un pensamiento me alegra: aquí, ¡estoy! ¡Por fin! Solo el hecho de aterrizar percibiendo los colores de la ciudad justifica el precio del billete de avión.
Con mi mochila, me voy buscando el metro, después de haber cambiado algo de dinero. El camino es largo hasta la estación y me sorprendo a sonreír de manera tonta a cada vez que me cruzo con un Mexicano. Aquí, ¡estoy! ¡Por fin! Una vez en el coche, estoy sorprendida. Soy la única turista. Siempre he sido la única turista en el metro mexicano.
Metro Isabel, mi trayecto se acaba. Salgo. Me cuesta respirar. Tal vez por culpa de la altitud. Ya es de noche pero las calles están llenas de gente. Me muevo rápido y sigo sonriendo como una tonta hasta mi hotel.
Llegada al hotel
La fiesta de los muertos se está acercando y la entrada ya está decorada. Cojo mis llaves y descubro el interior del hotel Isabel, y mi enorme cuarto. Y lo mejor es que tengo un balcón. El ruido de los coches, el aire fresco y las luces de la ciudad. Esta sonrisa no se me va. Voy a la tienda Oxxo para comprar unos Doritos extra picantes para cenar y me meto en la cama con la película Frida antes de dormirme.
Un vistazo de la vida azteca
El día se levanta sobre el DF y yo también. Bajo al restaurante del hotel para mi primer desayuno mexicano. He estado prudente, he tomado unas tostadas y un café. En la pantalla de la televisión, Pablo Alborán canta Saturno. No me siento desubicada, España sigue muy cerca.
Luego, decido ir al Templo Mayor. 10 minutos en la calle y ya he conocido a 2 mexicanos. La ciudad esta vacía. Me estoy acercando del Zócalo y levanto la cabeza para admirar los edificios. La plaza principal se abre delante de mí, y de lejos se ve la catedral tan majestuosa.
El recinto del Templo Mayor comprende varias construcciones aztecas cuya la torre principal llamada Templo Mayor. Fue destruido después de la conquista española en el siglo 16. Hasta que unas excavaciones sacaron sus fundaciones a la luz en 1978. Aquí, confluían los aspectos importantes de las vidas política, religiosa y económica de los habitantes de la época. Me paseo tranquilamente, leyendo toda la información para aprender algo más sobre una historia que desconozco por completo. Me imagino la vida que ocurría aquí hace tantos años.
Luego, entro en el museo. Se abrió después de las excavaciones que permitieron encontrar más de 7 mil objetos, entre 1978 et 1982. Una visita en este lugar permite conocer sumariamente la historia azteca y acerca del Templo Mayor. Una vez mi vuelta por el museo acabada, me doy prisa para ir a mi hotel.
Un reencuentro
Estoy esperando en la entrada. Alejandra, una compi mía cuando estudiaba en Madrid, llega. 5 años que no nos hemos visto pero la amistad, a pesar de la distancia y de los años, sigue intacta. Alejandra será mi guía durante todo el día. Un día pasado a hablar de nuestros recuerdos y a crear unos nuevos.
Rumbo a la catedral. El exterior me parece espectacular pero el interior me decepciona. No tiene nada extraordinario para mí. Alejandra me comenta que esta inclinada. Es cierto. México se construyó sobre un lago. La ciudad se hunde poco a poco.
Una vuelta por Tepito
Un amigo que vivió en el DF me dijo de no aventurarme en Tepito. El sitio más peligroso de la ciudad según él. Me comento lo suficiente para que me entrara la curiosidad. Unas búsquedas más tarde, tengo muchas ganas de descubrir Tepito. Lo digo a Alejandra que me cuenta que hay ciertas calles que no son peligrosas y me propone de irnos allí. El barrio es sobre todo conocido por sus problemas de delincuencia y de droga pero también por su importancia cultural creciente.
De camino, las calles y las plazas se suceden. El Día de los Muertos se está acercando y cada uno está preparando la ciudad para este momento tan importante. El temblor que sufrió la ciudad unas semanas antes dejo huellas: unas iglesias no se pueden visitar.
Empiezo a ver una multitud de personas, muchos estands… Me doy cuenta que llegamos a Tepito. Inconscientemente, vuelvo a meter mi móvil que tenía en mis manos en mi bolso. Tepito es peligroso. Al final y al cabo, el miedo o la paranoia siempre ganan, ¿no? Nos paseamos por los pasillos. Todo eso se parece a cualquier rastrillo. Avanzamos un poco más. Hay mucha gente, nos tocamos todos, hace calor. Alejandra me propone seguir con nuestra visita. Tepito, es sobre todo un gran mercado abierto. Un barrio seguramente muy interesante que ver y conocer pero también un lugar peligroso donde no andar en cualquier calle.
Un decorado familiar
Seguimos nuestro camino. Todo eso me hace pensar en las series americanas que se ruedan en California. Calles largas y amplias, muy soleadas, música mexicana, coches por todos los lados… Llegamos a Plaza Garibaldi, conocida por ser la plaza de los mariachis. Es demasiado pronto. Solo un grupo toca la música.
Vamos hasta el Palacio Postal. El monumento favorito de Alejandra. Es cierto que el interior es increíble.
Alejandra me avisa: la tranquilidad que tuvimos hasta ahora está a punto de terminar. Nos acercamos de nuevo del centro. Mucha gente, mucha policía. Las aceras se hacen más pequeñas de repente. El majestuoso museo de Bellas artes se alza frente a nosotras. Lo pasamos para ir al parque.
Alameda Central es un poco el Central Park del DF. Muy cerca, la Torre Latinoamericana domina la ciudad. Nos sentamos en la sombra de los árboles para contarnos nuestra vida, mirando a los transeúntes hasta que nuestros estómagos nos recuerdan que es la hora de comer. Vamos a Chinatown.
Primera comida mexicana
Se trata sin ninguna duda del Chinatown menos chino del mundo. Nada para recordarnos donde estamos. Hasta los camareros de los restaurantes no son chinos. Pero muy cerca se ubica el restaurante El Buen Taco. Dejo a Alejandra elegir mi plato: un pozole. Es un tipo de caldo hecho con granos de maíz en él cual se añade carne de pollo, por ejemplo. Descubro también las aguas de sabores (mejor invento mexicano) y también las dimensiones mexicanas. Un vaso chico es en realidad un vaso de 50 centilitros. Aquí, todo es más grande. Mi plato no me hizo mucha gracia pero por lo menos, he descubierto una especialidad local.
Una rápida lección de historial
Nos vamos de nuevo al centro para ir al Palacio Nacional. En las calles llenas de gente, Alejandra me comenta como paso el temblor y como el gobierno mexicano cuido de las víctimas y gestiono la ayuda exterior. Saco las conclusiones que los políticos son todos iguales. Ningún país escapa a su mal honestad.
Hay que hacer cola para entrar al palacio. Siento extranjera, tengo que dejar mi pasaporte a los militares que están en la entrada. Vamos a ver los murales de Diego Rivera, marido de Frida Kahlo. Cuentan los momentos significativos de la historia de México. Mientras admiramos las pinturas, Alejandra me comenta rápidamente de que se trata. Acabamos la visita por un paseo en el parque donde viven muchos gatos al parecer. Empezamos una conversación sobre el colonialismo español antes de salir del sitio.
Es la hora de merendar. De camino, me compro una tarjeta sim y entramos en una cafetería. Me tomo un bollo relleno de una especie de masa de frijoles y un café con leche.
El DF de noche
Ya es de noche en México DF. Mucho menos gente se pasea. Las temperaturas han bajado. Es otra ciudad que descubro. La gente cena en pequeños estands en la calle. La música está por todas partes, el ruido de los coches también. Los bares empiezan a llenarse. Ya llego el fin de semana.
Entramos en una cantina típicamente mexicana. La gente grita, ríe, se divierte. Nos sentamos y un simpático mesero viene para tomar nuestro pedido. Decido cenar aquí. Elijo una torta de chorizo y una Negra Modelo (mi cerveza mexicana favorita). Las horas pasan. Los temas de conversación también. Alejandra tiene que marcharse. Vive lejos del DF.
La acompaño a su parada pero antes intentamos sacar una foto de recuerdo. 10 minutos a reírnos. Los 10 últimos minutos antes de dejarla. No sé cuando la volveré a ver. Sube a su autobús y me voy al súper para una botella de agua.
Un ultimo trago
Conozco a Alejandro, un joven mexicano que quiere hacerme descubrir el pulque, una bebida típica mexicana. Babosa como la describe tan bien mientras vamos al bar. Se trata de una bebida fermentada de origen prehispánica. La camarera llega con una enorme jarra y con el primer sorbo, puedo asegurar que no me gusta nada.
Alejandro es simpático. Me pregunta mucho sobre mi vida en España, me aconseja sobre lo que tengo que ver en su país, lo que debo comer o beber. A pesar de su amabilidad, me liga mucho. Decido que es la hora de dormir. Alejandro me acompaña y pasamos por un barrio lleno de bares. Un sitio alternativo con grafitis en las paredes, y jóvenes y menos jóvenes que parecen salir de una sala rock o metal. Me lamento de no poder quedarme mas. Me hubiera gustado seguir la noche aquí. Dejo a Alejandro y llego a mi hotel, feliz. Mi primer día ha sido excelente.
Mi amiga Alejandra, la visita del templo Mayor, el ambiente de las calles y el descubrimiento de la ciudad de noche me dejan con una muy buena impresión de este país.
Presupuesto:
- Transporte : 5$ (0,24€)
- Hotel (2 noches) : 844$ (40,19€)
- Comida : 320$ (15,24€)
- Visita : 70$ (3,33€)
- Telefono : 450$ (21,43€)
- Otros : 106$ (5,05€)
- TOTAL : 1795$ (85,48€)