Suena el despertador. He dormido poco. Por desgracia, noto que sigo con dolores de garganta. Cojo mi mochila y voy a ducharme. Hoy, será un día largo. Intento despertar el recepcionista para que me llame un taxi pero duerme profundamente. Subo poco a poco el volumen de mi voz para no pegarle un susto. Una vez los ojos abiertos, hace un llamada y 5 minutos más tarde, estoy debajo del edificio. Un coche negro y largo me está esperando en la oscuridad y el silencio de la calle. Dejo el DF para visitar Taxco, el pueblo de la plata.
En efecto, se trata del segundo centro minero más antiguo del continente. Sus minas de plata y los metales que se extracten, sirven para fabricar bonitas joyas. Por eso, Taxco atrae a muchos turistas interesados en comprar plata barata. Sin embargo, esta actividad dejo de ser rentable y la unidad minera del pueblo se cerró en 2017.
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Descubrimiento de los autobuses mexicanos
Llego con bastante antelación y presento mi billete a la persona que está en la entrada. Es demasiado pronto para ir al andén. Tengo que volver dentro de 20 minutos. La sala de espera está llena. Muchos mexicanos duermen con enormes bolsos o maletas a sus pies. Tomo un café con la esperanza de que el calor aliviara mi garganta.
20 minutos más tarde, paso por un control de seguridad y encuentra mi anden difícilmente. Espero varios minutos antes de poder subir. El sistema mexicano me sorprende. Aunque a lo largo de mi viaje, me parecerá muy eficaz, sencillo y seguro. Antes de subir, una azafata te propone varia bebidas y llena una pequeña bolsa de comida. Después, un agente registra tu mochila antes de ponerla en la bodega y de darte un ticket que lleva el mismo número que él que esta etiquetado en tu maleta. Una vez a bordo, un empleado graba a los pasajeros. Cada bus tiene aseos, siempre limpios.
Un horrible viaje en autobús
Somos pocos a ir a Taxco. Una decena de personas. Justo al salir de la estación, empiezo a sentirme mal. Muchas nauseas. Vomito durante todo el viaje. Consigo dormir un momento pero vomito más al despertar. Horrible. Tengo esta sensación que el viaje nunca terminara. Luego, el bus se para. Salgo. Nunca me he sentido tan débil. No puedo quedarme de pie. Sentada en un banco, bebo el refresco que me había dado la azafata. Me siento muy mal, incapaz de mover.
Llegada al centro del pueblo
Una hora más tarde, decido ir al centro en taxi. El cielo es gris. Las nubes amenazan de romperse en cualquier momento. El coche empieza su ascensión en las calles empedradas y empinadas de Taxco, y entre las bonitas fachadas blancas. Muchos turistas se pasean. Los escarabajos, que son los coches perfectos para avanzar en estas calles, forman un atasco. Mi chofer aprovecha para darme unos consejos para curarme rápido. Me dice de no subir a la colina donde se ve el pueblo desde arriba. La altura podría empeorar mi estado. Me deja en la plaza principal.
Salgo del coche. Mi cabeza da vueltas. Me siento en un banco en el medio de la plaza. Vista directa sobre la parroquia del pueblo. Hay mucha agitación. Muchos turistas y muchos locales. Dos cuarentañeras colombianas se sientan al lado mío. Me aconsejan comer una sopa bien caliente y no pasar demasiado tiempo en Taxco. La ciudad es bonita pero todas las calles se parecen. Es mejor que me vaya rápido a descansar a mi habitación de hotel.
Un pueblo encantador
Voy a seguir sus consejos. Una hora y unas gotas de lluvia más tarde, me siento algo mejor y empiezo a descubrir el pueblo.
El templo de Santa Prisca de Taxco domina la plaza. De estilo barroco neo hispánico, se construyo en el siglo 18 por encargo de José de la Borda, minero español. El reciente temblor no permite su visita.
Sigo mi paseo en estas callecitas llenas de encanto. Tienen que ser tan bonitas con sol y un estomago en forma. Las piernas sufren con tantas cuestas. En cada calle, hay tiendas de joyas y hoteles, y sus empleados respectivos no dejan de atraer mi atención. Es un pueblo turístico, no hay ninguna duda, y cansa un poco.
Acabo mi visita en la plaza principal. El día de los muertos se está acercando. Una alfombra de crisantemos se ve. La parroquia estando cerrada, se está a punto de celebrar misa fuera. Los fieles comienzan a agruparse. Decido ir a la estación de autobuses para adelantar la hora de mi salida para Cuernavaca donde pasaré la noche.
Una visita abortada
Tengo 1:30 de espera. Decido almorzar en el pequeño local frente a la estación: Cocina Diana. Un restaurante familiar donde el olor de las tortillas te seduce desde los primeros segundos. Me siento en la terraza cubierta y observo la lluvia que cae. Intento reponer fuerzas con un buen caldo caliente y un plato de carne y arroz. Me arrepiento estar tan mala y no poder pasar más tiempo en Taxco, para disfrutar de sus calles encantadores y subir a la estatua de Cristo en lo alto del pueblo para admirarlo desde tan lejos.
Una noche en Cuernavaca
Llega la hora de marcharme a Cuernavaca. Sueno con una buena cama donde descansar pero mientras, es en el autobús que me duermo. Al llegar, voy a la taquilla de taxis seguros. Uno de ellos me lleva a las afueras de la ciudad. Atravesándola, pienso que es una pena no pasar, por lo menos, un día a visitarla. Estamos lejos del centro. Calles desiertas, edificios un poco abandonados, rincones oscuros y mi hotel: hotel Cuernavaca.
No diré más sino que fue el peor hotel de mi estancia. Caro, oscuro, húmedo, lúgubre y lleno de cucarachas. Deseaba tanto descansar pero, al final, casi no dormí de toda la noche. Sin embargo, conocí a dos personajes de Monterrey, que parecían salir de una película de gánsteres, y que se alojaban en el mismo hotel. Uno de estos encuentros que transforma un probable recuerdo malo en una historia que contar a sus amigos durante años.
Gastos :
- Taxi DF : 180$ (8,57€)
- Autobus DF-Taxco : 225$ (10,71€)
- Taxi Taxco : 25$ (1,19€)
- Autobus Taxco-Cuernavaca : 95$ (4,52€)
- Taxi Cuernavaca : 100$ (4,76€)
- Hotel (1 noche): 440$ (20,95€)
- Comida : 125$ (5,95€)
- Otros : 72 $ (3,43€)
- TOTAL : 1262$ (60,08€)